Cuando me senté en esta silla a escribir, me preguntaba
sobre que iba a hacerlo, que le interesaría leer a la gente, y por sobre todas
las cosas, me preguntaba que quería contar yo. Buscando respuestas, escribiendo
y borrando (Ya no se hacen más bollitos para luego arrojarlos al tacho) así que
llegue a la conclusión de que no tenía mucho que contar, que solo vivía una
vida sin altibajos, esposa, hijos, trabajo, casa, perro, auto… Boca… que se yo,
lo normal. Entonces, al ver casi frustrada mi intención de escribir comencé a
revolver el pasado, y si, nada mejor para escribir, que el pasado de las
personas, entonces dije, ahí si hay material, de ahí si podré sacar algo
interesante para contar, que no se exactamente si la gente querrá leerlo, pero
por lo menos,
me pareció que estaba bueno para contar, o mejor dicho, quería
contar.
La adolescencia, no es fácil, para nadie, y menos si sos
gordo, la cara no te ayuda y tenes amigos que levantan minas como con pala
ancha y sin manos, así, no ligas ni de rebote, solo te queda sobrellevar la
situación con la mayor dignidad posible (Aunque sepas que todo lo que hagas va
a ser una mentira) y tratar de levantarte, aunque sea, a la más fea, a las 6 de
la mañana, cuando nadie le dio bola en toda la noche, ahí sí, comes
seguro.
Una noche, me paso, que vamos a bailar con un amigo “X”, por
cuestiones obvias, obviemos los nombres. Ya arranqué mal en el bondi, subimos
al 22 en la Avenida Patricios, ahí en Barracas, que nos llevaba hasta Palermo, estaba
casi repleto, solo había dos lugares, uno en la fila de cinco asientos del
final, esos que te calientan el culo como si te hubieses sentado sobre una
salamandra, estaba libre el de la ventanilla del lado derecho del bus, y otro, en los asientos de los solitarios, esos
que están a la izquierda del colectivo en el que solo cabe tu humanidad, y tu
pobre alma. “X” se fue corriendo casi como un niño al Zoo hacia el asiento del
final, y yo me senté en el solitario.
Resulta que las 4 personas que estaban a
la izquierda de “x” eran todos amigos, y al cabo de unas cuadras, ya en el
barrio de San Telmo, se bajaron todos juntitos como patitos. En los asientos
dobles, próximos a la puerta trasera habían 3 minas, muy coquetas, muy empilchadas,
demasiado chetitas, con aires de divas, pero en bondi, que al ver que los
asientos traseros se desocupaban, salieron corriendo hacia ellos, sentándose
pegadas a “x”, “x” me miró, me hizo una seña como diciendo “ vení boludo, sentate,
esta es la nuestra”, a lo que yo pensaba: “Deja, para que… prefiero ir solo y
llegar con la moral en alto al boliche a que me la bajen de un hondazo a mitad
del viaje…”, así que me quede en el molde, mirando la calle. Habrán pasado… 5
minutos? Si, más o menos… miro hacia atrás, “X” estaba a los besos con una de
las minitas estas, no lo podía creer, así que ni lerdo ni perezoso me dispuse a
sentarme en el lugar que quedaba vacío ahí atrás, me hice el simpático,
aterrice con un “Hola chicas” y el aterrizaje fue medio forzoso, solo recibí
miradas que decían “Y este boludo quién es?” “X” supo adelantarse a la
situación, o a la debacle, no sé, y me presento como su amigo, ahí empecé a
enderezar un poco la nave, el único problema es que cuando logre detenerla,
solo me esperaban preguntas sobre “X”, ¡¡¡ de parte de las tres!!! Y si… el
viaje siguió, llegamos a Palermo, terminamos en el boliche al que íbamos y “
logró cambiar el destino de estas tres mujeres, estábamos los cinco en una
pista de baile furiosa intentado pasar la mejor noche de nuestras vidas, el
único problema era que otra vez me encontraba solo, si, como en el colectivo,
pero sin asiento, yo bailaba, me hacia el distraído, como si nada estuviera
pasando, pero no podía evitar mirar al frente y ver que “X” ya estaba a los
besos con otra de las tres minas, era una cosa de locos, me acerque a la que
quedaba libre, con intenciones poco más que obscenas, tratando de ser “lo que
le quedaba” y ver si de esa manera podía yo concretar algo, pero lo que nunca vi,
es que las intenciones de esa chica eran otras, las intenciones de esa chica
era ser “La tercera” de “X”, otra vez, me quede atónito, solo bastaron un par
de pasos hacia ella para ver como al estilo Ortega, con un quiebre de cintura
me gambeteaba y se le tiraba encima a “x” para concretar la más perversas de
sus intenciones, en ese momento ya estaba siendo la tercera, y no se si le
gustaba o no serlo, lo único que podía observar, era que le gustaba, y valla si
le gustaba…
“X” no me asombraba, sabia de lo que era capaz, de hecho, sabía
que era capaz de muchísimo más, pero lo fácil que estaban las pibas…
mamadera!!! Eso sí me asombraba.
Le dije a “X” –Che, me voy a dar una vuelta. Y me fui, empecé
la recorrida “Busca-feas” temprano, no eran las tres de la mañana todavía, pero
golpeado por la situación vivida hacia unos momentos, tenía que hacerlo, y allí
fui, estuve hora y media dando vueltas, rebotando como un canguro borracho de
“Red Bull”, no había una que me diera bola, hasta que por allá, a un costado
del parlante enorme del boliche pude divisar una silueta, aunque en realidad,
ya las luces y el humo del boliche me confundían la vista, y no podía
distinguir si se trataba de una mujer, o de otro parlante enorme junto al otro
parlante enorme, me acerque con cuidado, para no espantar, sabía que se trataba
de algo grande, así que debía hacerlo sigilosamente, quería pasar inadvertido
ante su mirada, por lo menos, hasta que este seguro de cuál iba a ser mi estrategia
para con ella, seguí caminando, y cuando
estaba a su lado pude verla perfectamente, aquello que parecía un parlante
enorme no era más que una hermosa gordita de metro setenta. (Tengo una teoría
con respecto a esto, no hay gorda fea. Todas son lindas. Al margen. ) Estaba,
es cierto, junto al parlante, con un trago en la mano, un grupete de amigas que
formaban un circulo mientras bailaban y sus abrigos y carteras en el medio del
circulo tirados en el piso. Recuerdo muy bien ese momento, mis primeras
palabras fueron “Hola, como estas? Ando dando vueltas, tengo un amigo más allá
pero se está comiendo tres minones…” en ese mismo momento, supe cerrar los ojos
y darme cuenta de que había arrancado para la mierda! Encima de gordo y feo, no
tenía “Chamuyo”, ¿Cómo la remontaba? En cuestión de segundos, abrí los ojos y
le dije, “Que se joda… j aja! Él se la pierde….! ¿Queres bailar? Y por suerte
me salió bien, amablemente, pero con una fuerza arrolladora me tomo de la mano
y arranco su baile con una vueltita insinuadora que me voló los pelos, no
podría haberlo hecho mejor.
Y así fue como termine la noche, anotando el número de teléfono
de ella en mi Sony-Ericsson T-18D, y
recibiendo los besos más fogosos, cariñosos y carnosos que alguna vez alguien
pudo haberme dado.
Al otro día, me despierto, y “X” estaba durmiendo en un
colchón en el piso casi al lado de mi cama, me siento, me estiro, y empiezo a
sentir ruidos extraños, como a perro a punto de vomitar, no era un perro,
era “X” que se ve que entre beso y beso, le metía tragos largos al Daiquiri
de Frutilla, su bebida preferida, se dio vuelta hacia su derecha, o sea, hacia
mi cama y empezó a vomitar entre el colchón y mi cama, con tanta mala suerte,
que yo había dejado en el piso, mi billetera, mis cigarrillos y mi
Sony-Ericsson T18D, con el número de mi gorda… Lo vomito todo, pero todo,
imagínate, si se te moja, lo agarras, lo das vuelta, lo desarmas y le metes
secador de pelo, arroz, horno… no se, pero… ¿vomitado? No lo toco ni en pedo!!!
Y así fue como aquella noche quedo solo en el recuerdo, por
un lado “X” y la casata, y por otro, esos besos fogosos y carnosos que
prometieron más, mucho más para otro momento, que los hubiese tenido...
de no ser
por “X” que me vomito el teléfono…
Juan Manuel Lamion.
Hace muchisimo tiempo...
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